Normalmente la persona herida se resiste a perdonar porque lo ven como un cese del rencor, un estado en el cual la amargura se desvanece, donde el amor y la compasión toman su lugar. Nunca se olvida el engaño, ya sea que se perdone o no al infiel.
En la infidelidad son importantes dos tipos de perdón: perdón del uno al otro y perdón a si mismo. Tanto la persona herida como la persona infiel en una pareja deben asumir su responsabilidad ante la infidelidad ocurrida. No se trata de culparse el uno al otro lo que funcionó o no en la relación de pareja.
La persona engañada debe perdonarse a sí misma, debido a que se culpa con dureza por la traición de su pareja, se degrada a si misma haciendo comparaciones injustas entre ella y la persona de la aventura, o puede poner a sus hijos en el medio para necesitar que den apoyo, amor y se pongan en contra del otro padre.
La persona infiel debe perdonarse a sí misma, por exponer a su pareja a una enfermedad de trasmisión sexual, culpar a su pareja por su insatisfacción en la relación, sin darse cuenta de cómo sus conceptos equivocados y expectativas irreales han comprometido la relación. Por otra parte, debe perdonarse desarrollar actitudes que justifiquen el engaño y minimicen la importancia de sus acciones y por violar el pacto de confianza, causando daño a los hijos (si los tienen).
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