Un duelo es una reacción de tristeza tras la pérdida de un ser querido y el decaimiento del ánimo, este se entiende como un paso normal en las personas que tienen un vínculo afectivo con el fallecido. Ha sido entendido como un simple tránsito por el que todos debemos pasar cuando perdemos a alguien, pero hay que vigilarlo para ver que los síntomas no sean tan importantes que estén escondiendo un trastorno depresivo mayor.
Se considera al duelo como un viaje de introspección porque lo que hay fuera ya no nos vale y de alguna manera sabemos que solo vamos a encontrar a nuestro ser querido dentro. Es por eso que el duelo tiene una parte importante de vivencia personal, pero también social donde se recibe apoyo y consuelo de los familiares y allegados, así como su pésame. En un duelo la persona puede sentirse decaída, triste, sin ganas de hacer nada, perdiendo incluso el sentido de lo que hace.
Recuperarse no consiste en seguir adelante, soltarlo, superarlo o “pasar la página”; se refiere a aceptar y adaptarse a una nueva realidad e integrar el recuerdo del fallecido de forma positiva en el progreso de nuestra vida. En otras palabras, los muertos jamás nos abandonan, pues permanecen para siempre en nuestra conciencia y en nuestros corazones. Por lo tanto, en el duelo no debemos empeñarnos en olvidar a nuestros seres queridos, sino en descubrir nuevas formas de recordarlos y de abrazarlos con fuerza en nuestro interior.
El aniversario y las fechas importantes nos pueden seguir afectando profundamente incluso muchos años después de haber perdido a la persona. Pero pueden convertirse en una conmemoración de amor duradero si lo vemos desde otra mirada.
Existen etapas en el duelo. La primera de ellas es la negación, que se refiere al rechazo de la verdad acerca de que ha muerto alguien a quien queremos. Por ello, es un mecanismo de defensa psicológica, de autoprotección contra el dolor y la conciencia de nuestra propia y frágil mortalidad. En cambio, en la etapa de negociación, reconocemos que no podemos retroceder en el tiempo ni devolverles la vida a los muertos, donde la vida no tiene dueño pues todos morimos. Al final está la etapa de la aceptación de la muerte, que consiste en recibir la realidad de lo sucedido.
Durante el luto, podemos sentir la ira. De manera que tenemos ganas de atacar, echar culpas, por lo terriblemente mal que nos sentimos. Por esto, es importante que la bondad, la compasión hacia uno mismo y hacia los demás, sea el antídoto contra la ira.
Se recomienda hacer terapia psicológica cuando se vive un duelo, para evitar que se vuelva patológico y si ya lo es, ayudarse con la terapia para poder hacer un duelo sano y aceptar la muerte del ser querido, para continuar con la vida propia con bienestar y volver a sonreírle a la vida.
0 comentarios